sábado, 30 de mayo de 2009

LUSTMORD - cuarta muestra individual en la galeria 80m2



Lustmord
asesinato por placer


Lustmord encierra el movimiento letal del acto pictórico y lo hermana a la más siniestra lluvia de navajazos. El rajar la garganta de la victima no es otra cosa que la comunión con el más tierno y crujiente de los colores; el pintar es un acto homicida en donde los olores dulces del metal y el suero solo producen inmensos espasmos intestinales, la impotencia del asesino sólo se alivia cuando las heridas contaminan su propio cuerpo.
Lustmord presenta nuevamente la inquietante imagen de la liebre sobredimensionada que salta y grita con todas sus fuerzas, el diminuto animal cobra apariencia humana y se termina convirtiendo en la profética presencia del guerrero que tras lanzar el estruendoso anuncio de rebelión, se encrespa y salta sobre el rostro del prójimo.

La pintura sigue ocupando en algunos momentos el papel de herramienta vengativa, solo así se puede sobrevivir a tan temible batalla, el blanco aterrador recibe todos los golpes de sable y se extingue progresivamente: la gran superficie se subordina ante la diminuta presencia del pintor.
Las anomalías mentales triunfan y las expresiones de desconcierto abundan, Marte se termina convirtiendo en un ser de vulnerable carne y el gran emperador Nabucodonosor termina pastando entre las bestias.
El fin de los mitos asfixia al hombre y el inicio de otros le da una cruel luz de esperanza, en estos momentos de extraña incertidumbre solo queda la humilde tarea de revivir a los dioses guerreros de otros tiempos.
La religión de la pintura queda dotada de carnes vivas después del crimen, el asesinar o pintar por placer, al final, sólo deja una nociva sensación de impotencia.
La liebre vuelve a brincar en el estudio y los perros entintados de Otto Dix culminan con sus faenas frente a la musa muerta.

José Luis carranza
lima, mayo del 2009